Por: Ángel Paez
A la muerte siempre la antecede un presagio. Uno de los últimos temas que grabó Amy Winehouse fue el que escogió especialmente para un disco de duetos del veterano Tony Bennett. Eligió "Body and soul" (Cuerpo y alma), una canción de 1930 que popularizó la devastadora Billie Holiday, una de las voces que más influyeron en el estilo de Amy.
Amy era una niña cuando descubrió a Billie Holiday en la colección de su padre Mitchell, un taxista fanático del jazz que soñaba con la época en que reinaba Ella Fitzgerald.
A imagen y semejanza de Holiday, Amy relataba sus tragedias amorosas y existenciales en las canciones que componía con versos urgentes, como en "You sent me flying" (Me mandaste a volar) y en "Love is a losing game" (El amor es un juego perdido), que aparecen en sus discos Frank (2003) y Back to Black (2006).
"Body and soul" es precisamente la historia de un amor no correspondido, de un amor atravesado por la indiferencia, de un amor que lo entrega todo por nada. Holiday sufrió por los malos amores; Amy también. Y de alguna manera ese estado de permanente decepción condujo a las dos a las drogas y a la muerte.
Amy adoraba a los grupos de afroamericanas que dominaron en los 60, como The Ronettes, The Supremes, The Marvelettes, Martha and the Vandellas. Toda la movida de la disquera Motown, aunque también se alimentó del reggae, el ska y el rap. Su estilo era un cóctel en el que predominaba el ímpetu del soul.
El divorcio de sus padres, el taxista Mitchell y la farmacéutica Janis, cuando ella había cumplido nueve años, fue el punto de partida de su rebeldía y de su adolescente iniciación con las drogas. A los 15 comenzó a tatuar su delgado cuerpo y, luego, a colocarse un piercing en la nariz.
Un novio al que le había regalado una cinta con sus composiciones, el cantante Tyler James, pasó la grabación a una disquera. Amy tenía 19 años cuando ingresó por primera vez a un estudio para registrar las composiciones que serían parte de Frank, su disco debut. El título no es el nombre de un amor perdido; es una alusión a la franqueza de sus letras. La crítica lo recibió con un aplauso unánime y destacó la singularidad de la artista.
Durante la promoción de Frank, Amy se relacionó con Blake Fielder-Civil, un ayudante de una productora de videoclips con el que protagonizó una tormentosa historia de amor, drogas y alcohol. La ruptura lanzó a la compositora y cantante a un abismo del que ella no quería salir. En ese estado escribió las canciones de Back to Black, una suerte de diario de sus días de furia, ansiedad y miseria en el que se burla de su condición de adicta y lo atribuye a la falta de amor, como lo dice claramente en "Rehab": "Ya no quiero beber otra vez; lo que necesito es un amigo". Y en "Tears dry on their own" ella se culpa de no saber encajar la derrota del desamor: "Todo lo que yo puedo ser para ti/Es la oscuridad que ya conocemos/ (...) No sé por qué sigo atada a esto/Es mi responsabilidad/Y tú nada me debes/ Es que no sé cómo alejarme". Regresó por una época con Blake, se casaron y volvieron a separarse, lo que implicó una nueva etapa de la carrera de Amy hacia la autodestrucción completa.
Llegó un momento en que sus crisis personales desplazaron a su música a un segundo plano. Más aún cuando la prensa prefirió darles más importancia a desagradables y vergonzosos incidentes públicos debido a las sustancias narcóticas. Sin embargo, ella siguió componiendo con uñas y dientes, hasta que la sorprendió la muerte, los temas del que será su disco póstumo. Si alguna canción debe estar cantando Amy Winehouse donde quiera que se encuentre ahora, será sin duda "Body and soul", y en compañía de Billie Holiday. Lo justo.
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