De pie para ver a la Simón Bolívar

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Gustav Mahler no rima con rock and roll. Pero cuando el nombre del compositor bohemio-austriaco se une al del director venezolano Gustavo Dudamel y al de la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar el resultado se asemeja mucho a la euforia que seguramente genera un concierto de The Rolling Stones. 

Es que lo que vivieron anoche los 5250 espectadores que asistieron al Prom 29 de los BBC Proms, en el teatro Royal Albert Hall de Londres. De pie o sentados, no importaba. Nadie se movía mientras la batuta del venezolano dirigía de la Segunda Sinfonía de Mahler, también conocida como Resurrección, en la que participaron la soprano Miah Persson, la mezzo-soprano Anna Larsson y el National Youth Choirs of Great Britain. 

Casi dos horas de un concierto que dejó a los asistentes sin aliento de tantos aplausos, y de golpear en múltiples ocasiones el suelo del Royal Albert Hall para demostrar los fascinados que se encontraban. 

Luego de hacer filas de hasta ocho cuadras para acceder al recinto, la euforia transformó al correcto público londinense. Si en el 2007 cuando la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar se presentó por primera vez en los Proms, interpretando la Décima Sinfonía de Shostakovich, el público no paraba de aplaudir y de pedir más piezas, ayer enloqueció. 

Los cinco movimientos de la pieza, compuesta entre 1888 y 1894 por Mahler, fueron una prueba irrefutable de que Londres escuchó a una orquesta que dejó de ser juvenil hace mucho tiempo. 

"Ahora venimos como adultos, a pesar de que somos jóvenes", afirmaba Dudamel en el ensayo del concierto. "Las obras no se pueden repetir, pero tampoco se pueden hacer peor", le decía refiriéndose al éxito que tuvo la misma pieza días atrás en Salzburgo. 

El maestro Gustavo Dudamel emulaba con los labios el sonido de todos los instrumentos y hasta la letra que cantaba el coro en la Segunda Sinfonía mientras dirigía. Nunca dejaba de sonreírles a sus músicos. Había confianza y muchas ganas de hacer un concierto virtuoso. Y así fue. El manejo de los silencios entre un cambio y otro mantenía la tensión de los espectadores. 

El primer movimiento, "Allegro Maestoso", que representa una marcha fúnebre demostraba cólera y violencia. Las cuerdas de los violines comenzaban a tensarse. La fuerza de los chicos de la Simón Bolívar quedaba demostrada. 

La piel comenzaba a erizarse. Personas con banderas, chaquetas y hasta gorras con la bandera de Venezuela se hacían notar en el público. Sin contar, las camisetas vinotintos que varios portaban dentro del área de Arena. Ahí, con vasos de licor en las manos, en shores y camisas, los espectadores ni se movían mientras Dudamel dirigía el segundo movimiento: "Andante moderato". Un movimiento quizás oscuro y con gran delicadeza en la interpretación. 

El tercer movimiento: "In ruhig fliessender Bewegung" que representa una perdida de fe para Mahler fue tocado con esmero y sutileza. En el cuarto, "Sehr feierlich, aber Schlicht", la voz de la mezzo-soprano Anna Larsson impresionó. 

Pero fue en el quinto, "Im Tempo des Scherzos", que la piel se erizó por completo. Las voces de Larsson y Miah Persson, unidas a las del National Youth Choirs of Great Britain fueron el broche perfecto. Los espectadores volteaban a mirarse unos con otros incrédulos de que lo que estaba presenciando. Una unión perfecta. La orquesta perfecta. El director perfecto, que ahora tenía una sonrisa de satisfacción. 

No era un concierto de rock and roll. Ni mucho menos. Era el concierto de la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar dirigida por Gustavo Dudamel. Pero lo que generó tan solo se le puede comparar con uno. Los espectadores lloraban. Se abrazaban. Sonreían. 

La próxima parada de la Gira Bicentenaria por Europa es Turquía. Dos conciertos en Estambul esperan por primera vez a la Simón Bolívar. 

De las 5250 entradas del teatro Royal Albert Hall de Londres, para la edición de Los Proms en la que participa la Sinfónica de la Juventud Simón Bolívar, tan solo faltaba por venderse ayer 1400 tickets, en el área de arena y galería. Ahí el espectador debe ver el espectáculo de pie. 

Desde las 9:00 pm del jueves decenas de personas comenzaron hacer colas para adquirir los boletos. Las 3850 restantes habían sido vendidas en tiempo record en menos de tres horas desde pasado 7 de mayo. 

Ted Black, un chico londinense de 17 años, fue el primero en llegar hacer la cola para adquirir los últimos tickets, con un costo al cambio venezolano de 22 bolívares fuertes. 

"Había escuchado las grabaciones que hicieron de la música de Tchaikovsky. Por eso quería verlos. Los vi por Internet y me parece que tienen una destreza excelente. Estoy aquí haciendo cola desde las 9:00 de la noche", dice el joven quien estaba acompañado de cuatro chicos más. 

La cola de personas en horas del mediodía alcanzaba tres cuadras cercanas al Royal Albert Hall. Entre los que esperaban que la taquilla abriera, se encontraba un grupo de venezolanos que viajaron desde Portugal para ver por primera vez "a su orquesta". 

"No podemos ir a Venezuela a verlos. Es más fácil venir para acá", afirma Antonio Díaz, quien salió de Venezuela en el año 1982. "Escuchar a las personas a nuestro alrededor hablar bien sobre ellos nos hace sentir orgullosos. Un señor se nos acercó y nos dijo que era la primera vez que en Los Proms había tanta cola para comprar entradas", remata sonriendo Mónica Maduro. DF

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